sábado, 29 de enero de 2011

A veces un juego va en serio


La revista Time ha considerado que uno de los hombres del año 2010 era MarK Zuckerberg (White Plains, New York, 1984), el creador de Facebook. Incluso le ha dedicado la portada del último número del año. En el artículo se compara Wikileaks con Facebook. Facebook se describe como algo banal, entre el exhibicionismo y el cotilleo. Wikileaks tiene intención: desvelar secretos, la transparencia. No entraré en el debate (por lo menos en este post y de una manera provisional). He vuelto a releer este artículo a raíz de las noticias sobre la agitación social en los países mediterráneos del norte de África. Y, sorprendentemente, emerge Facebook como un elemento importante en estas manifestaciones.
Mohamed Bouazizi, el joven tunecino sin trabajó que se inmoló a lo bonzo el pasado 17 de diciembre, falleció el 5 de enero de 2011. Algunos identifican este hecho como el punto de partida de una agitación sin precedentes recientes. Esta agitación tiene impacto real: el presidente Ben Alí (con toda su familia) se vió obligado a abandonar Túnez. Paralelamente una mujer intento inmolarse en Argelia a mediados de enero. Y en los últimos días Egipto hierve de una manera desbordante.

Las manifestaciones en Egipto se convocan a través de Facebook y las fotos que confirman la acción desmesurada de las fuerzas del orden se publican casi de inmediato. El jueves (27 de enero) a las 22.28 horas las autoridades egipcias bloquen los proveedores de internet (el 90% de los egipcios dejan de tener acceso a la red) y el viernes a las 07.00 horas los móviles dejan de funcionar. Pero la solución sigue estando en la red. Llamando a un teléfono de París es posible mantener la conexión a Internet. No es tan fácil silenciar a la red.

Como señala Manuel Castells en La Vanguardia: "la revolución del jazmín no será tan fácil de doblegar porque es una revolución basada en la libre comunicación". Pero las revoluciones sin líder plantean problemas. Los objetivos son difusos, aunque inicialmente compartidos por todos. Poco a poco se manifiestan frustraciones por objetivos no alcanzados, pero que no se habían compartido previamente. La falta de liderazgo no permite identificar interlocutores (a veces la única interlocución es unidireccional a través de los medios de comunicación). Los disidentes o los marginales (o los boicoteadores) no se aíslan fácilmente. El precio del desorden puede ser muy alto. Pero las acciones sociales son imparables. El contagio de las multitudes no es una teoría.

En cualquier caso, es poco razonable minimizar la potencia de la red. Patientslikeme o e-patients son buenos ejemplos del impacto de la red en temas sanitarios. Pero si la red puede destronar "presidentes-caciques", ¿por qué no puede actuar en otros ámbitos? La democracia electrónica está a la vuelta de la esquina.

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