lunes, 16 de julio de 2012

El aprendizaje de la transparencia

Hay valores ampliamente aceptados: la sinceridad, la veracidad, la honradez... aunque en la práctica los límites a veces son difusos. El fenómero Facebook ha puesto sobre la mesa la definición de mucos de estos límites. La transparencia cuestiona los límites (o los elimina). Hay un cambio significativo sobre el concepto de "público" y "privado". En Facebook todos pueden saberlo todo de todos.  Los nativos digitales no se plantean estas dudas, crecen en este contexto aunque todavía no queden claras las consecuencias (que impacto puede tener la foto de una fiesta subida de todo en los criterios de selección para un trabajo dentro de diez años?). No estamos “entrenados” (todavía) para esta transparencia.

Cassidy señalaba hace años que una de las tensiones más importante se refiere al deseo de tener acceso a toda la información, pero a la vez controlar toda la información que se refiere a nosotros. ¿Es una fantasía?  ¿Saberlo todo es conocer más? Datos sin discusión no siempre generan conocimiento (o mejor dicho, raramente se genera conocimiento a partir de datos sin debate). ¿Hasta qué punto la transparencia no es una manera de ser exhibicionista? Quizás a través de Facebook nos damos cuenta del papel cada vez más activo que juegan las personas (las opiniones de las personas). Vale la pena leer el libro de David Kirkpatrick titulado “El efecto Facebook”.

El mundo de la salud no puede mantenerse al margen del tsunami de la transparencia. A raíz de la investigación sobre el elevado procentaje de muertes en niños que se sometían a cirugía cardíaca en la Bristol Royal Infirmery, el debate sobre la necesidad de transparentar los datos de los resultados clínicos se intensificó. La respuesta de los cirujanos cardíacos fue rotunda: optaron por publicar abiertamente los datos sobre mortalidad de los diferentes procedimientos (en este link pueden verse datos del 2008-2009). Es necesario publicar los datos de los resultados obtenidos por todas las organizaciones sanitarias por dos motivos: la publicación de los datos mejora los outcomes y, además, es un derecho de la ciudadanía para poder escoger. Dr Foster Intelligence, un proyecto impulsado por el Deparamento de Salud británico,  publica anualmente el Good Hospital Guide, con resultados por centro.

Estamos en una fase de aprendizaje. Debemos aprender a interpretar la transparencia y a valorar los límites de la variabilidad: la variabilidad forma parte de la vida (y desde un punto de vista darwiniano, la variabilidad es la garantía de la supervivencia).  Pero el proceso debe ser rápido y decidido.

En esta línea, el Departament de Salut ha publicado el Cuarto informe de la Central de Resultados, en el que se agrupan datos sobre los resultados obtenidos por los hospitales de la red pública catalana. Los datos se agrupan en cinco apartados: atención centrada en el paciente, efectividad clínica, eficiencia, sostenibilidad e investigación y docencia. Muchos de estos datos ya eran públicos (total o parcialmente) pero la agrupación y la visión global les dan mucho más sentido. En algunos sectores sanitarios ha despertado un cierto recelo la publicación de estos datos. El primer argumento, naturalmente, siempre se orienta a "matar al mensajero": dudas sobre la calidad de los datos. Pero la discusión no está en el porcentaje o la décima más o menos. El debate debe centrarse en la transformación de la atención sanitaria que se presta a la ciudadanía. La información abierta es una herramienta de futuro en este proceso de transformación.

domingo, 8 de julio de 2012

La satisfacción tiene un precio

Un artículo aparecido en Arch Intern Med el mes de mayo pasado tiene un título muy sugestivo: The cost of satisfaction. Estudian la relación entre la satisfacción y el uso de recursos y los outcomes.Las conclusiones son interesantes: In a nationally representative sample, higher patient satisfaction was associated with less emergency department use but with greater inpatient use, higher overall health care and prescription drug expenditures, and increased mortality.

Los pacientes más satisfechos ingresan un 12% más que los insatisfechos y tienen un riesgo un 26% superior de morir. A veces la satisfacción se relaciona con más consumo de recusos, pero esto puede ser peligroso para el propio paciente.

El comentario de Brenda E. Sirovich, del The Dartmouth Institute for Health Policy and Clinical Practice, incide en dos premisas (falsas) cruciales:
  • El cliente siempre tiene razón.
  • Más atención sanitaria es "mejor".
La atención sanitaria no es un gran almacén. Cuando el usuario pide más no siempre tiene razón y, además, "más puede ser peor". La función básica del médico (y del profesional sanitario) es tomar decisiones (en favor del paciente).

Es obvio que a todo el mundo le interesa que los pacientes estén satisfechos con la atención prestada. Especialmente si esta satisfacción la consideramos de una manera general, no con todas y cada una de las decisiones que se toman (Es obvio que si alguien pide la baja laboral y el médico considera que no es adecuada, en este caso, puede que la satisfacción sea mala).

Pero la satisfacció debe ser una premisa no un resultado. De una manera general los pacientes deben estar satisfechos con la atención recibida, pero no podemos decir que una intervención es positiva porqué incrementa la satisfacción de los ususarios. La satisfacción se refiere al proceso no al resultado (Porter, 2009). El objetivo de cualquier intervención es aumentar el valor de la atención sanitaria para el paciente (y que además esté satisfecho, por supuesto).