sábado, 19 de junio de 2010

La vuvuzela no es inocua

No sigo el Mundial de Fútbol de Sudáfrica con demasiado interés, pero es casi imposible no entrar en contacto con las vuvuzelas.

La vuvuzela es una especie de trompeta larga, de plástico, que produce un ruido monótono (ritmo sin armonía) parecido a un enorme enjambre de abejas (o al ruido imaginario de “cuando ruge la marabunta”). Algunos se han quejado que este ruido interfiere en la concentración de los futbolistas (vaya, como si el fútbol fuera una actividad predominantemente intelectual!). Hay debate sobre el tema.

Pero ahora sabemos que las vuvuzelas no son inocuas. La prensa se hace eco de las consecuencias que tuvo para Yvonne Mayer el hecho de soplar fuerte una vuvuzela. Meyer, una funcionaria de una mutualidad de Ciudad el Cabo, necesitó tres días para recuperarse del las lesiones en la garganta consecuencia del resoplido desproporcionado a través de una vuvuzela.

El ruido, a veces, no permite apreciar lo esencial. Es posible que el ruido de la vuvuzela no deje apreciar el partido de fútbol (hasta ahora parece que la calidad futbolística brilla por su ausencia y, aunque la vuvuzela pueda ser molesta, parece poco probable que la poca calidad futbolística se deba al ruido). Pero el ruido siempre distrae de la actividad principal.

Creo que la crisis es como la vuvuzela. Es el ruido que nos distrae de la actividad principal: la transformación del sistema sanitario.

La manera de ofrecer los servicios sanitarios no tiene futuro: casi todo basado en la atención cara a cara, con escasa proactividad y ofreciendo servicios poco adaptados a las necesidades de cada persona. Muchos pueden caer en la tentación de la vuvuzela (sindicatos, colegios, sociedades “científicas”, medios de comunicación…) pero el problema (es decir, el partido importante) es la redefinición del sistema sanitarios, los roles de los profesionales, la sostenibilidad del sistema, la transparencia….

Cuidado con la vuvuzela. El ruido, a veces, no es inocuo.

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