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El gerente del hospital tiene una cita con un forastero que luce un clavel (rojo): "Más equipo directivo", "No, es un consultor", "Seguro que es un nuevo coordinador". Ante la duda, mejor preguntar. Las preguntas son más interesantes que las respuestas. Este es un blog de profesionales sanitarios curiosos que se hacen preguntas para ver las cosas desde otro punto de vista.
Uno de los aspectos que me han interesado más del libro son los comentarios dedicados a la formación de los profesionales. El Dr. Vilardell constata que ahora los estudiantes prefienren quedarse en casa para estudiar el examen MIR que incorporarse a los equipos hospitalarios para "ver pacientes". De esta manera se pierde el aprendizaje al lado del "maestro".
En los parlamentos de la presentación destacaría:
Donald M Berwick, presidente del Institute for Healthcare Improvement y profesor de la Harvard School of Public Health, ha publicado un artículo provocativo en la revista Health Affairs referente al concepto de “atención centrada en el paciente”: What ‘Patient-Centered’ Should Mean: Confessions Of An Extremist
Berwick sostiene que los sistemas sanitarios occidentales son poco respetuosos con el paciente, lo infantilizan y, en la práctica, no le dejan escoger. En la sociedad se produce un fenómeno imparable de transferencia de poder del proveedor al consumidor. En el ámbito sanitario esta transferencia de poder también se dá: desde el médico (o del profesional sanitario en general) al paciente. Algunos sostienen que esta transferencia de poder debe realizarse desde el hospital hacia la atención primaria, pero esto es ver las cosas desde la perspectiva (o los deseos) de (algunos) profesionales, no necesariamente desde la perspectiva del paciente.
El debate está entre el consumerismo radical ("el cliente siempre tiene razón") y el profesionalismo (“algunos pacientes toman decisiones que no les benefician”).
Entre estos dos extremos hay posiciones de compromiso como la cooperación (partnership), el respeto o compartir responsabilidades. Pero Berwick afirma que el problema no es el “apaño” (buscar mejoras del sistema sanitario) sinó reconocer que "el chasis está roto” (es decir, los fundamentos del sistema sanitario actual se han roto y no son útiles para dar respuesta a las necesidades de los pacientes)
En esta nueva dimensión, la autoridad no la tiene la profesión, la tiene el paciente. Además, el paciente (el cliente) quiere la excelencia, por lo que también determina el criterio de calidad de la asistencia. Bajo este paragüas de la atención centrada en las necesidades del paciente podemos identificar tres principios:
Todo esto nos lleva a considerar algunos aspectos prácticos del concepto de “patient-centered care”:
No costaría mucho asumir estos puntos de vista. Nosotros mismos, los profesionales sanitarios, los exigimos en los otros ámbitos de relación con la Administración o la prestación de servicios. Sin embargo, el mismo Berwick reconoce que hay algunos puntos críticos, especialmente uno, que incomoda los médicos:
¿Qué hacer cuando los pacientes nos piden que tomemos decisiones al margen de las evidencias?
Cuando un paciente insiste en que le hagamos un TAC aunque no esté indicado, por poner un ejemplo. Berwick sostiene que ante la duda hay que dar respuesta a la demanda del paciente. Matiza algo (poco) y acepta que cuando el paciente pide pruebas innecesarias la única alternativa es el diálogo.
En este sentido tampoco debe hablarse de incumplimiento de la prescripción. Antes de identificar a un paciente como “no cumplidor” (de una manera peyorativa) deberíamos analizar las causas por las que el paciente ha tomado una decisión contraria a la indicación médica.
Esta posición de Barwick puede verse como una defensa clara del consumerismo. Dos apuntes para reforzar las prevenciones respecto al consumerismo: las decisiones médicas tienen impacto social (aunque es difícil gestionar las necesidades sociales a partir de decisiones individuales) y es poco gratificante para el médico tener la sensación que centrar las decisiones en las necesidades del paciente es ir siempre “contra” las preferencias y las necesidades del propio profesional.
En un editorial de The Lancet se hacía énfasis en la necesidad de organizar la atención sanitaria alrededor de las necesidades del paciente. El elemento clave era garantizar la capacidad de elección por parte del paciente (por lo tanto con transparencia, información, accesibilidad, etc...) y la barrera más importante en esta dirección eran los intereses de los propios médicos.
¿El futuro se plantea en el marco del consumerismo sin límites? ¿La atención sanitaria será como ir al supermercado? El editorial de The Lancet no da respuestas afirmativas.... pero tampoco lo niega categóricamente: el consumerismo “a pelo” no mejorará el sistema sanitario, pero profesionales y pacientes deben escucharse mutuamente.
¿Dónde está el límite entre la autonomía del paciente (el consumerismo) y el profesionalismo (el valor del conocimiento que aporta el profesional)?
Robert M. Wachter és un hospitalista californiano, autor de un libro magnífico: Internal Bleeding, sobre los errores en la práctica clínica.
Wachter, desde su blog, contesta sin rodeos la propuesta de Berwick: sí (sin dudas) a la atención centrada en el paciente, pero esto no significa abandonar uno de los elementos clave de la profesión: capacidad de pensar en los intereses del paciente y actuar en consecuencia. Wachter concluye que, algunos pacientes, para tomar las decisiones adecuadas, necesitan un médico.
La innovación consiste en aplicar una idea que satisface unas necesidades de los consumidores que no está articulada ni bien satisfecha.... solución enfocada a los consumidores (p. 235).
Pero la guinda a todo esto es el esfuerzo.
El talento gandul es inoperante.
La tesis central del libro es que los médicos (la "Medicina") se ha ocupado poco de aliviar la situación de los enfermos. Hasta 1865 en que Lister concreta la teoría de los gérmenes (y el papel de la asepsia y la antisepsia) poca cosa había hecho la medicina occidental para aliviar a los pacientes: el tratamiento del escorbuto o la vacuna contra la viruela, a lo sumo. El progreso del conocimiento científico fue enorme desde el Renacimiento, pero con un impacto casi nulo sobre el sufrimieto de los pacientes.
No puede hablarse de medicina efectiva hasta que los médicos empezaron a contar y a comparar (p. 283).
Además, el autor constata retrasos sistemáticos en la aplicación práctica del conocimiento. El microscopio se conocía desde hacía 200 años cuando empezó a utilizarse en la práctica a principios del siglo XIX. Pero actualmente tenemos otros ejemeplos: el papel del tabaco y el cáncer se conoce desde los años cincuenta, pero no se implementan campañas contra el tabaco hasta veinte, treinta o cuarenta años más tarde.
Los tres elementos clave de la atención sanitaria los resume muy bien un artículo de Porter en JAMA: