La definición del límite entre enfermedad y salud no es un tema banal. Este problema todavía es más acuciante cuando el límite de normalidad de especifica en una cifra. La pre-hipertensión o el nivel de glucemia para diagnosticar la diabetes gestacional son dos buenos ejemplos. Moviendo esta cifra, como señala el editorial del BMJ, prácticamente todos los adultos pueden padecer inmediatamente una enfermedad crónica. Quizás los profesionales nos hemos acercado demasiado a la industria, de manera que es difícil encontrar paneles de expertos totalmente independientes. Estas decisiones tienen un impacto enorme en la sostenibilidad del sistema.
Este problema no se circunscribe al ámbito académico. La “medicalización” ha impregnado al sociedad y hasta medicalizamos la muerte y el duelo. Y, además, el cambio de nomenclatura cambia la conducta. Al niño “de antes” que era inquieto y travieso ahora se le etiqueta de "hiperactivo" y del que “estaba pensando en las musarañas” se dice que tiene “déficit de atención”. Del cachete (con perdón) en el primer caso o del rapapolvo en el segundo se pasa automáticamente a la medicación.
Una apuesta seria es la que hace el Instituto Mario Negri a través de promover la implicación de los ciudadanos en el debate sanitario, mediante formación o la participación activa de pacientes en conferencias de consenso. El papel de los “jurados de ciudadanos” es especialmente útil cuando hay incertidumbre. Es interesante visitar la página web Participa Salute.
La participación efectiva del ciudadano en los procesos de toma de decisiones alrededor de las estrategias de salud es uno de los puntos más importantes y, a la vez, más difíciles. Tratar o no tratar también tiene relación con el coste (y, por lo tanto, con la sostenibilidad). La soloción no está en la academia (o no solo en la academia). Se requiere un proceso más deliberativo, es decir, más complejo.
domingo, 15 de mayo de 2011
¿Quién está enfermo?
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