domingo, 31 de julio de 2011

A favor de la frugalidad


Los congresos médicos, tal como los conocemos actualmente,  cada vez se parecen más a especies en peligro de extinción. Pero, en este caso, estoy seguro que no es necesario promover campañas de conservación. El Dr. Antonio Sitges Serra es el autor de un libro interesante sobre los congresos “clásicos” titulado El perímetro del congreso. Comparto muchas de su ideas (no todas).

Aunque este apunte va de congresos no escribiré sobre el papel de la industria farmacéutica y su relación con lo que alguien llama “formación continuada”. Sobre este tema es interesante el editorial que escribió R. Smith hace unos años (No more free lunches) o el artículo de Ray Moynihan. En este apunte escribiré sobre austeridad, Concretamente me centraré en la segunda acepción del diccionario de la Real Academia de la Lengua , que define austero como “Sobrio, morigerado, sencillo, sin ninguna clase de alardes”.

El derroche y la opulencia, especialmente en tiempos de crisis, además de irritantes rozan la injusticia.  Los congresos médicos, en épocas de crisis, siguen manteniendo en muchos casos una imagen opulenta que no se corresponde con la situación social. En plena crisis es impresentable realizar reuniones médicas (con voluntad científica) que, a veces, parecen encuentros de nuevos ricos mal educados (y para ser sinceros no hay especialidad o ámbito clínico que esté totalmente limpio de culpa, y reconozco que algunos de estos “pecados” los he experimentado de una manera muy directa). Las reuniones médicas, incluso en la era de “red” tienen sentido. O por lo menos tiene algún sentido. Es preciso centrarnos en lo que realmente es importante de un congreso: el intercambio de ideas, el debate y el contacto personal para facilitar proyectos innovadores.

Algunas ideas sencillas y de aplicación inmediata para aplicar a los congresos médicos en tiempos de crisis:
  1. Concentrar las actividades del congreso. En muchos casos, con un par de días es suficiente.
  2. No hacer actos inaugurales barrocos (y mucho menos con actividades sociales... actuaciones musicales a cargo del presupuesto del congreso, por ejemplo, y que, además, tributarán a la SGAE). 
  3. A los congresos no se debería ir a comer (en todo caso el control de la hipoglicemia es un asunto personal). Por lo tanto, no se organizan comidas de trabajo multitudinarias (la mayoría de congresos europeos no contemplan esta prestación)
  4. Las cenas de gala quedan inmediatamente borradas del programa. En algunas sociedades científicas las cenas de gala las paga directamente el interesado en asistir (al margen de la inscripción del congreso). Para evitar los riesgos de picarescas (pedir que te lo pague otro, ya se entiende) mejor ni plantear la cena.
  5. Los ahorros que generan estas acciones debería dedicarse (por ejemplo)  a:
    • Disminuir significativamente el precio de las inscripciones, especialmente de las inscripciones para residentes, enfermeras y fisioterapeutas.
    • Inscripciones gratuitas para los médicos que han finalizado la residencia y no tiene trabajo.
    • Más becas de investigación.
Volviendo al diccionario. Mi apuesta es por la frugalidad (parco en comer y beber) no por la miseria y mucho menos por la indigencia intelectual.

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