Los
congresos médicos, tal como los conocemos actualmente, cada vez se parecen más a especies en peligro
de extinción. Pero, en este caso, estoy seguro que no es necesario promover
campañas de conservación. El Dr. Antonio Sitges Serra es el autor de un libro interesante sobre los
congresos “clásicos” titulado El perímetro del congreso. Comparto muchas de su ideas (no todas).
Aunque
este apunte va de congresos no escribiré sobre el papel de la industria
farmacéutica y su relación con lo que alguien llama “formación continuada”. Sobre
este tema es interesante el editorial que escribió R. Smith hace unos años (No more free lunches) o el
artículo de Ray Moynihan. En este apunte escribiré sobre austeridad, Concretamente
me centraré en la segunda acepción del diccionario de la Real Academia de la
Lengua , que define austero
como “Sobrio, morigerado, sencillo, sin ninguna clase de
alardes”.
El
derroche y la opulencia, especialmente en tiempos de crisis, además de
irritantes rozan la injusticia. Los
congresos médicos, en épocas de crisis, siguen manteniendo en muchos casos una imagen opulenta
que no se corresponde con la situación social. En plena crisis es impresentable
realizar reuniones médicas (con voluntad científica) que, a veces, parecen encuentros
de nuevos ricos mal educados (y para ser sinceros no hay especialidad o ámbito
clínico que esté totalmente limpio de culpa, y reconozco que algunos de estos “pecados”
los he experimentado de una manera muy directa). Las reuniones médicas, incluso en la
era de “red” tienen sentido. O por lo menos tiene algún sentido. Es preciso
centrarnos en lo que realmente es importante de un congreso: el intercambio de
ideas, el debate y el contacto personal para facilitar proyectos innovadores.
Algunas
ideas sencillas y de aplicación inmediata para aplicar a los congresos médicos
en tiempos de crisis:
- Concentrar las actividades del congreso. En
muchos casos, con un par de días es suficiente.
- No hacer actos inaugurales barrocos (y mucho
menos con actividades sociales... actuaciones musicales a cargo del
presupuesto del congreso, por ejemplo, y que, además, tributarán a la SGAE).
- A los congresos no se debería ir a comer (en
todo caso el control de la hipoglicemia es un asunto personal). Por lo
tanto, no se organizan comidas de trabajo multitudinarias (la mayoría de
congresos europeos no contemplan esta prestación)
- Las cenas de gala quedan inmediatamente
borradas del programa. En algunas sociedades científicas las cenas de gala
las paga directamente el interesado en asistir (al margen de la
inscripción del congreso). Para evitar los riesgos de picarescas (pedir
que te lo pague otro, ya se entiende) mejor ni plantear la cena.
- Los ahorros que generan estas acciones debería
dedicarse (por ejemplo) a:
- Disminuir significativamente el precio de las
inscripciones, especialmente de las inscripciones para residentes, enfermeras
y fisioterapeutas.
- Inscripciones gratuitas para los médicos que
han finalizado la residencia y no tiene trabajo.
- Más becas de investigación.
Volviendo al
diccionario. Mi apuesta es por la frugalidad (parco en comer y beber) no por la
miseria y mucho menos por la indigencia intelectual.
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