En medicina nadie se atreve a renunciar a lo "moderno". Entendiendo por moderno los más avanzado, lo nuevo, lo rompedor... Pero no es fácil establecer la modernidad. En arte no cuesta tanto. Como una secuela de mi estancia en Milán no tengo ninguna duda en afirmar que el Cenacolo vinciano es moderno.
En el cuadro hay movimiento y emociones. Además del conjunto (la profundidad) se aprecia un interés casi obsesivo por lo detalles (desde los panecillos de la mesa hasta un reflejo del vaso). Esto está bien, los indicadores simples, pero los proyectos deben tener objetivos globales con una especial atención a los detalles.
En la misma sala del Cenacolo se exhibe un fresco Giovani Donato Montorfano (Crucifixión) coetáneao a la puntura de Leonardo. La modernidad puede entenderse por contraste. El cuadro de Monfortano es claramente antiguo, mientras que el Cenacolo sigue siendo moderno.
Al final moderno puede ser lo que sigue siendo moderno (con perdón por la simplicidad), es decir, lo que no ha sido superado, todavía. Es cierto que el "poder" puede ahogar las innovaciones (la modernidad puede ser incómoda). Pero a efectos prácticos puede ser útil pensar que, al final, lo realmente moderno triunfa. A mi me inquieta lo difícil que es separar lo moderno (las innovaciones realmente que cambian paradigmas) del simple snobismo (de la moda).
En estos momentos se da un vivo debate sobre el futuro de la Atención Primaria, con un émfasis especial en la relación entre el hospital y la Atención Primaria. Es interesante seguir el debate, especialmente por las razones que se debaten (entiendo que nadie tiene "la razón"). El tono, en ocasiones, es más duro de lo habitual. En definitiva, se discute sobre el futuro inmediato y se habla de "modernización".
Stephen Toulmin sugiere que hay dos actitudes ante el futuro: una presidida por la imaginación y otra por la nostalgia. En estos momentos creo que en el debate hay más nostalgia que imaginación.
1 comentario:
Lo moderno es in-significante, in-trascendente.
Muerto Dios, nada es trascendente. Como dice un personaje de Dostoyewsky, todo está permitido.
Por el contrario, el Cenacolo es profundamente trascendente y significante, no puede comprenderse sino desde la significación filosófica (Ficino, De amore).
La postmodernidad se interesa en la ciencia, las matemáticas aplicadas, no pretende buscar ni encontrar significación en ellas. La filosofía (esa rama de la teología, dice Hegel) está obsoleta. No hay amor a la Sabiduría sino a la praxis de la manipulación del mundo fenoménico.
La Sophia carece de todo atractivo para la mente moderna.
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