Pero el equilibrio nunca es fruto del azar. Y el paisaje de la Toscana tampoco. El equilibrio siempre es fruto de interacciones, de tensiones, que, en un punto mágico, se dice que han alcanzado esto que llamamos "equilibrio". Josep Pla citaba a los clásicos al decir "De res, massa" (de nada demasiado). El equilibrio se alcanza cuando se combinan las dosis adecuadas.
Estos equilibrios no se consiguen immediatamente, de un día para otro. El equilibrio toscano es fruto del tiempo y, además, es capaz de incluir Florencia, Pisa y Siena, junto a los olivos, los viñedos, los pinos y los cipreses,
Pero este equilibrio es frágil. Puede romperse con muy poco esfuerzo. Imaginaros que construyen un edificio de diez o doce pisos en la base de una de estas colinas suaves (o pero, en la cima). Lo rompen todo!
El equilibrio pide tiempo y respeto.
Nuestro sistema sanitario parece más napolitano que toscano. La pregunta clave es ¿qué rompe el equilibrio?, o ¿qué puede romper el equiibrio? Se me ocurren dos ejemplos de rotura del equilibrio (equivalentes a construir un edicio de diez pisos en la cima del montículo suave):
- Diseñar un programa de hospitalización a domicilio que permite el acceso directo del paciente a los cuidados ("si se encuentra mal, nos llama"). Esto provoca la creación de un sistema paralelo a la Atención Primaria,
- Un call centger que quiere controlar pacientes con enfermedades crónicas sin contar con los dispositivos asistenciales que habitalmente se hacen cargo de estos pacientes.
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